La 4ª Revolución Industrial ha impactado de forma determinante en el tejido productivo no solo de nuestro país, sino también en el resto del planeta. Al motor de vapor, la electricidad y las cadenas de montaje se le ha sucedido la hiperconectividad y la apuesta por la digitalización. Las empresas se encuentran, actualmente, inmersas en un proceso en el que innovaciones como el big data, IoT, robótica o la propia Inteligencia Artificial han asumido un creciente protagonismo.
En combinación, todas ellas obedecen a un mismo objetivo: lograr aumentar la eficiencia de nuestra empresa a partir de una correcta automatización de todos los procesos que sean susceptibles de ello. En el imaginario social llevamos décadas asumiendo la misma idea: el desempleo crecerá a medida que la implicación tecnológica asuma los roles y responsabilidades de nuestros trabajos. Pero, ¿realmente podemos confirmar esta hipótesis tan carente de sustento analítico? Analizamos, a continuación, la cuestión.
El «Efecto Brunel» o cómo el pasado es el mejor futuro
El miedo a perder el trabajo a consecuencia de la irrupción tecnológica no es nuevo en la sociedad. Ni siquiera está relacionado con la época contemporánea. Ya en el siglo XIX, la sociedad de la época sufrió «el efecto Brunel». Se produjo cuando la armada británica, comandada por el ingeniero Marc Brunel, introdujo una máquina que permitía fabricar bloques de aparejo de manera automatizada. Manteniendo los niveles de producción constantes al mismo tiempo que reducía el número de empleados de 110 a 10 trabajadores.
Una vez instalada, el ahorro en costes fue el equivalente al de un año de producción. El coste de la máquina, sin embargo, fue de tres veces ese mismo ahorro. Necesitando, entonces, tres años para rentabilizar la inversión.
El número de empleos que se habían perdido era de 100 puestos de trabajo. Pero, para la construcción de la máquina se necesitaban 400 empleados, por lo que el saldo continuaba siendo positivo. Sin embargo, este trabajo tenía carácter temporal y en el corto / medio plazo se iba a traducir en un empobrecimiento de la sociedad si no se detectaban nuevas oportunidades en las que estos trabajadores podían imprimir su fuerza de trabajo.
Una clara demostración de que el ahorro de capital humano obtenido a partir de la tecnología únicamente puede ser tildado de positivo si tenemos la capacidad para reorientar los recursos que hemos liberado a la creación o refuerzo de actividades que impacten en el rendimiento de nuestra actividad.
No le eches la culpa a la automatización
La principal diferencia entre la 4ª Revolución Industrial y las tres interiores ha sido la inmersión de un nuevo player: la tecnología y, por ende, la digitalización. Yendo un paso más allá, también la necesidad existente en el momento actual de utilizar herramientas que nos permitan tener el control suficiente entre el desorden aparente que define las transferencias de mercados entre realidades online y offline. Que, además, en muchos casos deben convivir en el día a día, como vemos en industrias como la del retail o la alimentación, por ejemplo.
La difuminación de los límites presentes en torno a los espacios físicos y online ha provocado que las empresas tengan que invertir sus recursos en soluciones digitales que permitan controlar, automatizar y analizar tareas que podían ser sustancialmente repetitivas y no solo invitaban al error humano, sino también a la desmotivación del empleado.
El estudio de la Universidad de Oxford The Future of Emlopyment: Hos susceptible are jobs to computerisation? afirmaba que en el año 2020, hace ahora dos años, 702 actividades profesionales serían automatizadas hasta en un 47%. Pero, por otro lado, el informe España 2030 asume que España dejará sin cubrir hasta dos millones de empleos en el año 2030. Además, también se menciona que únicamente en nuestro país se crearán hasta 1,5 millones de puestos de trabajo de alta cualificación. Tanto para técnicos como para licenciados.
Pero, si la automatización iba a destruir el empleo, ¿cómo es posible que actualmente ya se tenga la certeza, o al menos la intuición, de que en ocho años más de dos millones de puestos de trabajo no van a poder ser cubiertos?
El problema del modelo educativo
Como ya vimos hace una semana, cuando analizamos los cambios que se estaban produciendo impulsados por la 4ª Revolución Industrial, la inmensa mayoría de las esferas sociales que rigen el entorno actual no están siendo capaces de adaptarse a las nuevas lógicas de mercado. La gran cantidad de cambios a los que nos enfrentamos en la actualidad requiere de la máxima proactividad para poder llevarlos a cabo. Y ni aún así está siendo posible.
El modelo educativo, al igual que ocurre en el escenario laboral, no puede continuar anclado a las mismas lógicas que definían la realidad del siglo pasado. Todavía hoy, en pleno 2022, nos enseñan a estudiar durante las primeras dos décadas de nuestra vida. El resto, seis décadas más si tenemos en cuenta la esperanza de vida actual, las dedicamos al desempeño profesional.
Si bien hemos pasado siglos en que este modelo de organización educativo podía estar apoyado en una entorno lo suficientemente estático como para poder abrazar, y soportar, tal desequilibrio sin ser excesivamente tensionado. La realidad ya no es así. El mercado laboral exige una compensación y una mayor formación.
Del trabajo manual al desarrollo de software
La industria no necesita perfiles que sean capaces de invertir su tiempo en la ejecución de tareas repetitivas. En cambio, sí necesita personal que esté formado para desprenderse de estar tareas y dejarlas a manos del desarrollo tecnológico, en pro de mano de obra cualificada que tenga los conocimientos necesarios para poder desarrollar soluciones de software que aseguren un mayor control de la eficiencia. Reduciendo los tiempos de inoperatividad.
No se espera que la digitalización y la automatización sean los dos ingredientes que provoquen una aceleración del despido y un aumento de la tasa de desempleados. Sino que el objetivo de los gobiernos debería ser el de poder ser capaces de redefinir todos sus pilares hasta consolidar sus nuevos modos de organización y necesidades dentro del marco laboral. Una nueva realidad que permite aprovechar una jornada laboral centrándose en aquellos flujos de trabajo que nos ayuden a obtener un mayor retorno.
Un estudio llevado a cabo por Caixabank Research afirma que un 43% de los puestos de trabajo que existen actualmente en España tienen un riesgo elevado de ser automatizados en el medio plazo. BBVA, por su parte, afirma que un 36% del empleo de España se encuentra en riesgo de ser digitalizado.
No lo llames robotización si lo puedes llamar digitalización
Si nos ceñimos a la definición de la propia Real Academia Española (RAE), un robot es «aquel programa que explora automáticamente la red para encontrar información o la máquina o ingenio electrónico programable que es capaz de manipular objetos y realizar diversas operaciones».
Existe una falsa de creencia de confundir la robotización, intrínseca en la industria, con la digitalización, susceptible de adaptarse a todo tipo de entornos. Con independencia de atributos tales como el tipo de actividad, la facturación, empleados o naturaleza del negocio. Y en ambos casos se confunde su presencia con una mayor tendencia hacia el despido.
Para que una tecnología sea considerada robot, debe existir «la forma del soporte físico del robot». Así lo señala el Parlamento Europeo en el Anexo a la Resolución del Parlamento Europeo del año 2018. Y nos aventuramos a pronosticar que esto no será posible en cualquier espacio de trabajo. Al menos, en el medio plazo.
El problema de la percepción social…
Si recurrimos a la décima Encuesta sobre Percepción de la Ciencia, que elabora la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT) publicada en junio de 2021, la sociedad española mantiene un estado de cierta incertidumbre y profunda preocupación en torno al impacto de la robotización y el empleo.
- El 55’3% de los 7900 españoles encuestados afirmaba que la robotización supone un riesgo «muy alto» para el aumento del desempleo.
- Menos de una quinta parte (19,2%) cree que la digitalización traerá una mejora de la competitividad.
- Un 19,3 responde con un «Sí, totalmente» a la pregunta «¿Cree que su trabajo podría ser realizado por un robot o por inteligencia artificial en 15 años?».
- El 24,4% de la población afirma que en un periodo inferior a los 15 años su empleo será realizado por un robot de «manera parcial».
En contra de la creencia general, además, España es uno de los países del mundo en los que la robotización ha presentado un mayor impacto, situándose entre los 15 primeros del mundo. La Federación Internacional de Robótica afirma que en España hay 191 robots por cada 10.000 empleos.
La densidad media mundial es de 113 robots por cada 10.000 empleados. Siendo Europa Occidental la región que aglutina un mejor ratio, con 225 robots. Adelantando a los países nórdicos (204) y Norteamérica (153).
El Foro Económico Mundial asegura que la robotización cambiará por completo la perspectiva interiorizada durante los últimos años. En 2017, las personas fueron responsables del 71% de las horas trabajadas. Las máquinas, del 29% restante. Estos porcentajes se invertirán en un futuro próximo. Se espera que en el año 2025, los humanos alcancen el 48% y las máquinas el 52%.
… y la ausencia de la perspectiva analítica y el impacto de la desinformación
Atendiéndonos a la misma fuente citada previamente, la Federación Internacional de Robótica, podemos ser testigos de cómo la robótica y la digitalización no solo no destruyen trabajos. Sino que los países que tienen una mayor densidad de los mismos tienden obtener una menor tasa de paro y un mayor PIB per capita. Como demuestra el siguiente gráfico.
En contra de la creencia general, los números demuestran que la robótica no solo no influye negativamente en la creación de empleo. Sino que una buena implantación de la misma permite a los países mejorar sus tasas de ocupación. Iniciando un pivote que se aleja de lo manual y lo repetitivo, carente de valor añadido. En pro de tareas que tienen un impacto directo en nuestra operativa y en el retorno de nuestra empresa. Creando un escenario sobre el que asentar nuestro crecimiento.
El trabajo no está en peligro con la llegada de la digitalización. Lo están las tareas carentes de valor añadido. En su lugar, destacan aquellas que necesiten de una formación específica para poder desarrollar su trabajo en condiciones de seguridad. El empleador, por tanto, no debe enfocar su preocupación en torno al despido del trabajador. Sino a encontrar la manera que le permita reorientar sus recursos actuales a las nuevas demandas que va a requerir la competencia actual.